Eran las ocho de la mañana, se respiraba un aire fresco, la noche anterior había llovido y se respiraba el olor de tierra mojada, Jacobo caminaba por un sendero de pasto a través de lo que parecía un bosque, lo acompañaban su abuelo y su hermano de cuatro años, Jacobo levaba su bicicleta, pero no estaba montado en ella ya que estaba descompuesta.
Entraron a lo que parecí un gran templo, era de color blanco grisáceo y no había muebles ni pinturas, el techo quedaba muy arriba, había poca gente caminando en diversas direcciones, al fondo sobre una pequeña explanada a la que se podía acceder subiendo unos escalones se visualizaban unas cinco personas de entre 20 y 30 años, estaban sentadas como para meditar, Jacobo se acerco al chico de en medio se formó con su abuelo y su hermano había dos personas antes que ellos para poder hablar con el encantador, cando fue su turno Jacobo le mostro la bicicleta que era algo pequeña y el encantador sólo dio una vuelta al pedal con su mano derecha y la bicicleta estaba arreglada.
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